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Lo que provocan las mujeres

En la columna de hoy analizaremos los dichos de la ex titular de Aerolíneas Argentinas para identificar uno de los argumentos por excelencia del machismo vigente.

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Los recientes dichos de la ex titular de Aerolíneas Argentinas no han pasado desapercibidos, ya que demuestran como, a pesar de las conquistas obtenidas por el feminismo a lo largo de la historia, los argumentos básicos del heteropatriarcado siguen tan vigentes como siempre.

isela costantini

El argumento machista por excelencia

Durante una entrevista, Isela Costantini responsabilizó a las mujeres por el acoso que pueden recibir si deciden portar una minifalda o un escote:

«yo creo que hay un tema sobre sentirse víctima y hacerse responsable, yo creo que no podemos negar que si viene una mujer en minifalda o con un escote, el hombre la va a mirar, que la mujer se haga la ingenua y que diga bueno si yo voy de minifalda y me miran las piernas, me está acosando… uno también se tiene que hacer cargo realmente de qué es lo que provoca»

Demostrando una gran falta de empatía para con las miles de mujeres acosadas a lo largo del mundo y de la historia, la ex titular de Aerolíneas Argentinas empleó uno de los argumentos más viejos, pero lamentablemente muy efectivo, del machismo. Responsabilizar a las mujeres por los acosos y abusos sufridos es tan viejo como el patriarcado mismo, desvía la atención de la agresión y poco el foco en la víctima, buscando proteger al agresor y legitimizar su conducta.

El acoso no es nada inocente

Por empezar, Isela Costantini plantea la cuestión del acoso como algo muy naif, como unas miradas generadas por una minifalda, como una consecuencia inevitable para una mujer que muestre las piernas. Sin embargo el Derecho Internacional de los Derechos Humanos (DIDH) reconoce al acoso sexual como una forma de discriminación que afecta desproporcionadamente a las mujeres y que vulnera sus derechos humanos. Lo identifica como una manifestación de violencia contra la mujer, constituyéndose como una forma extrema de discriminación. Para comprender esta definición del acoso, se parte del reconocimiento de la mujer como sujeto de subordinación, de la discriminación que sufre de manera constante por razones de género y la exclusión que resulta como consecuencia de estas condiciones. Es decir, debido a la sociedad machista que subyuga a la mujer mediante miles de mecanismos y hace cientos de años, las mujeres se han visto excluidas de los espacios públicos en el que parece primar siempre su rol sexual, lo cual ha reforzado a lo largo de la historia la adscripción de las mujeres al espacio doméstico, debido a que el espacio público resulta amenazante.

En la definición de acoso, valdría apuntar que se basa en la premisa de que la otra persona no quiere participar del juego sexual, no es meramente una cuestión de seducción como a veces se plantea, no es un gesto de galantería de parte del hombre, es una clara situación en la que lo que se pone en juego son relaciones de poder y sumisión. El acoso, el abuso y la violencia de género en todas sus formas, son mecanismos que reflejan el poderío de los hombres sobre las mujeres, hombres que consideran que la mujer sujeto de su deseo es de su propiedad, es una cosa a su disposición y, por ende, pueden hacer de ella lo que consideren, ignorando totalmente la voluntad de dicho sujeto.

Isela Costantini ha simplificado al extremo una problemática relacionada a la desigualdad de géneros que es extremadamente compleja y que tiene que ver con una estructura de opresión milenaria. Pero, no contenta con esto, le quita la responsabilidad a los hombres y se las arroja a las mujeres. Parece no comprender que el hecho de tener que elegir específicamente un atuendo para evitar ser acosada es un signo más de esa desigualdad existente.

Por otra parte hizo referencia sobre las normas de conducta pertinentes al ámbito laboral, estigmatizando a las mujeres que deciden mostrar las piernas, por ejemplo, en una reunión de trabajo. Parece ser que olvidó mencionar que los hombres también deben respetar ciertas normas de conducta y que las miradas libidonosas en medio de una reunión no deberían ser naturalizadas ni permitidas.

Los roles asignados a los géneros

El heteropatriarcado ha asignado características específicas para cada género y se ha encargado de que fuesen incorporadas y aceptadas socialmente implementando años de educación sexista en los individuos. Debido a esto se cree fervientemente que los hombres son poseedores de un deseo sexual incontenible e inevitable, lo cual parece avalar los comportamientos acosadores y abusadores en los que incurren. Para evitar el mal trago, la mujer debe vestirse de manera adecuada, ocultando su cuerpo, evitando «provocar». Yo me pregunto ¿qué se supone que provocamos las mujeres?, ¿ganas de acosar, de abusar, de violar?.

Por otro lado esta visión acotada de la realidad encasilla y estipula la sexualidad «propia» de cada género, negando la posibilidad de que una mujer tenga una líbido tan alta como la de un hombre. Se han ido construyendo a lo largo de la historia de la humanidad, estereotipos de género que han sido repetidos hasta el hartazgo. Aunque en la actualidad estamos vislumbrando un cambio de paradigma referente, sobre todo, a la categorización del binomio hombre-mujer y a las desigualdades de género, existen miles de personas y personajes que se encargan de reforzar esos estereotipos y retrasar los cambios venideros. Isela Costantini es una de ellas.

Obviamente existen miles de mujeres que se excitan viendo compañeros de trabajo, personas que les resultan atractivas en la calle o en cualquier otro ámbito, la diferencia primordial radica en que las mujeres, por definición, no acosan, no avanzan más allá de lo que el otro les permite, porque simplemente respetan los límites y aceptan las negativas.  No nos comamos el cuento de que los hombres no advierten que están incomodando a las mujeres y por eso actúan como actúan, si una mujer es capaz de comprender y aceptar la voluntad de quien puede ser su objeto de deseo, cualquier hombre puede hacerlo también. No acosar y no abusar es bastante sencillo y sólo requiere un mínimo de empatía hacia otro ser humano. El problema radica, como siempre, en la desigualdad de género y en cómo muchos hombres siguen sin reconocer a la mujer como una igual, merecedora de los mismo derechos.

La mujer y la vestimenta

¿Podemos seguir pensando que la vestimenta de las mujeres debe ser adaptada a las condiciones violentas del contexto en que se mueve, para evitar ser agredida?, ¿es acertado promover un cambio en la manera de vestir de las víctimas para resolver una problemática tan compleja?. Pues, claramente, yo considero que no.

Quizás una mujer que se vista con una burka protegerá su cuerpo contra las miradas ajenas, pero no resolverá ningún problema. Quizás si ninguna mujer saliera sola de noche, las tasas de femicidios bajarían, o si las adolescentes en lugar de salir a bailar y a divertirse como cualquier joven, se quedaran en su casa bordando, los índices de violaciones disminuirían, pero los acosadores, abusadores, violadores y asesinos seguirían existiendo en iguales cantidades.

Proponer cambios superficiales que sólo afectan el día a día de los sujetos vulnerados y no detenerse a analizar las condiciones sociales existentes que fabrican acosadores por millones, es nefasto. No pueden pensarse medias «paliativas». Con esto no quiero decir que las mujeres no deben tomar sus recaudos para salvaguardar su vida, claro que debemos hacerlo, a lo que apunto es que la solución no es seguir profundizando la exclusión de las mujeres en el ámbito público, por ejemplo, porque de todas maneras podemos ser maltratadas en el contexto familiar, el más recurrente de los casos además. Lo que debe hacerse es cuestionarse los cimientos de esta sociedad machista que continúa poniendo en tela de juicio de manera constante y agobiante el comportamiento de las mujeres y justifica el accionar de los machistas legitimándolo através del discurso de la provocación femenina.

La mujer que se pone una minifalda no está provocando ninguna situación de acoso, tiene ganas de vestir esa prenda, de mostrar sus pierna y ya. Somos libres de vestir, actuar y pensar como se nos de la gana, de seducir cuando alguien nos gusta y de decir no cuando queremos decirlo. Somos tan libres como cualquier hombre, aunque la sociedad aun no lo reconozca y seguiremos tomando nuestras propias decisiones, le pese a quien le pese, porque si empezamos a dar marcha atrás, el cambio nunca será posible.

El feminismo es el camino para la construcción de una sociedad igualitaria en que la ropa de las mujeres dejará ser motivo de enjuiciamiento. Que alguien le avise a Isela Costantini que su discurso atrasa y mucho.

Cárol Cortázar.-

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