La mujer que dominó la política europea en los últimos 13 años comienza a decir adiós. Angela Merkel, canciller de Alemania desde 2005, anunció ayer que no volverá a ser candidata a ningún cargo político ni en su país ni en Europa, ni siquiera si hubiera elecciones adelantadas.
“No nací canciller, y de eso nunca me olvidé”
“Es hora de abrir un nuevo capítulo”, declaró Merkel en una conferencia de prensa que enfrentó con su habitual aplomo, pero con un tono más personal. “No nací canciller, y de eso nunca me olvidé”, subrayó quien es considerada la mujer más poderosa del mundo, hija de un pastor protestante de la extinta Alemania oriental.
“Siempre quise ejercer los cargos políticos con dignidad y también dejarlos un día con dignidad”
El primer paso de su alejamiento de la política será dejar la presidencia de la Unión Cristianodemócrata, CDU, que ocupa desde que sucediera a Helmut Kohl en 2000, para que el partido “se prepare para la era posterior a mi”, según dijo. “Siempre quise ejercer los cargos políticos con dignidad y también dejarlos un día con dignidad”, subrayó Angela Merkel desde el podio de la moderna sede berlinesa de la CDU.
La renuncia de Angela Merkel a seguir liderando su partido responde también a la caída de la CDU en las encuestas nacionales, menos de un año antes de unos comicios europeos que podrían marcar el auge de la extrema derecha. Aunque la canciller sigue siendo apoyada y reconocida por gran parte de los alemanes, según el último sondeo nacional los conservadores hoy solo cosecharían el 24 por ciento de los votos de un electorado cada vez más fragmentado.
Sus palabras desataron un terremoto político. Hace tiempo que los adversarios políticos de Merkel presionan fuertemente para su salida, sobre todo quienes, por derecha, ven a la pragmática doctora en física de 64 años como sinónimo de la “socialdemocratización” de los conservadores alemanes (el actual gobierno es la tercera “gran coalición” entre los dos grandes partidos germanos) y, tres años después, siguen reprochándole el no haber cerrado las fronteras a la oleada de refugiados de 2015 pese al alto costo político a pagar.