“Las nenas hablan mucho antes que los nenes” y otros mitos que retrasan la consulta por trastornos del lenguaje
Expertos de la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP) instaron a prestar atención a cualquier signo que pudiese indicar la presencia de alteraciones en el desarrollo del lenguaje de los más pequeños, una condición que se presenta en entre el 3 y el 10% de los menores de cinco años en una relación de tres varones por cada mujer. Mitos muy instalados como que “las nenas hablan mucho antes y mucho más que los varones”, o “ya va a hablar, conozco muchos chicos que se largaron a los tres años y después nadie los paró” contribuyen a retardar la consulta con el pediatra y el inicio de un tratamiento. Si bien está estudiado que las niñas comienzan a hablar antes y hablan más que los niños, es un mito que hablen mucho tiempo antes y mucho más y este preconcepto retrasa muchas veces la consulta en los varones.
“La detección temprana de los trastornos del lenguaje posibilita una intervención terapéutica oportuna para evitar poner en riesgo el desarrollo cognitivo, psíquico y social del niño, ya que el lenguaje funciona como un organizador de percepciones, experiencias, vivencias y conocimientos que posibilitan comprender e interpretar a otros seres humanos, interactuando en una dinámica comunicativa, integrándose y participando de su comunidad sociocultural”, manifestó Irene Muchnik de Sobol, fonoaudióloga, miembro del Comité de Familia y Salud Mental de SAP.
“Como en todas las áreas del desarrollo, el lenguaje sigue una trayectoria típica, donde los niños van aprendiendo a comunicarse siguiendo un camino común. Si bien el desarrollo madurativo suele tener tiempos distintos, siempre se da dentro de un parámetro similar y con un patrón de progresión de adquisición de pautas característico. Ahora bien, muchas veces la trayectoria es normal, pero a edades más tardías y, en ese caso, estamos frente a lo que llamamos ‘hablantes de inicio tardío’. Por ejemplo, un niño de dos años que dice unas pocas palabras aisladas y aún no puede juntarlas en una frase de dos palabras”, explicó el médico pediatra Nicolás Cacchiarelli, pro-secretario del Comité de Crecimiento y Desarrollo de la Sociedad Argentina de Pediatría.
Los “hablantes de inicio tardío” son niños con vocabulario de menos de 50 palabras y/o ausencia de frases de dos palabras a los dos años. El 44% evoluciona a los tres años a tener un trastorno específico del lenguaje y se beneficia de un tratamiento temprano. Es un error pensar que “ya va a hablar” y esperar. “Aguardar la recuperación espontánea puede privar al niño de una intervención acorde a sus necesidades en el momento óptimo para su evolución”, insistió Cacchiarelli.
En otros casos, la trayectoria se altera y se pierden pautas que ya se habían alcanzado. Esto es una regresión en pautas del lenguaje y suele ser un marcador de algún problema mayor, por lo que merece una alarma importante. Por ejemplo, un niño que decía “mamá, papá, agua y chau” y deja de decir esas palabras sin incorporar otras nuevas.
Otras situaciones evidencian una trayectoria de adquisición de pautas diferente de la habitual, que también representa una alarma importante. Por ejemplo, un niño que sabe una secuencia numérica avanzada o repetir el abecedario completo y todavía no incorporó palabras para nominar lo que quiere pedir.
“El lenguaje es lo que le permite al niño comunicarse con otros acerca de sus emociones, afectos, deseos, necesidades, ideas, juicios, creencias, conocimientos, puntos de vista y concepción simbólica del mundo. Posibilita construir y desplegar su subjetividad de hablante, su forma de ser, sentir, pensar y relacionarse con el mundo y las personas. La ausencia, el retraso en el inicio y/o progresión del desarrollo lingüístico, así como las distorsiones o desviaciones del proceso de construcción del lenguaje de cada etapa, pueden tener diversos grados de severidad con las consecuentes repercusiones”, agregó la fonoaudióloga Muchnik de Sobol.
En opinión de los especialistas de la SAP, existen otros factores ambientales que favorecen el desarrollo de alteraciones en la adquisición del lenguaje, como la falta de diálogo y de lectura y la exposición a las pantallas de teléfonos celulares, tablets y TV, entre otros, tanto por parte de los de los niños como de los padres y cuidadores.
La mejor forma de estimular el lenguaje en los niños es hablando con ellos, contarle lo que
“Se han incrementado significativamente las consultas por trastornos del lenguaje en niños en los últimos años, siendo el abuso del uso de los dispositivos tecnológicos como un factor más a considerar, porque no son interlocutores válidos para el niño en desarrollo y promueven una cultura de la inmediatez, en detrimento de los tiempos y espacios para hablar y ser escuchados, para dialogar, interactuar y jugar”, reflexionó Muchnik de Sobol.
“La mejor forma de estimular el lenguaje en los niños es hablando con ellos, contarle lo que estamos haciendo, lo que vamos a hacer y responder siempre a sus intentos comunicativos. Es recomendable estimular el contacto visual y las interacciones verbales y no verbales en los contextos cotidianos, nombrar los objetos que señala, mencionar las acciones que realiza sin exigirle la repetición, esperar que tome su turno en las interacciones (ser pacientes) y realizar preguntas adecuadas a su nivel de desarrollo”, subrayó Cacchiarelli.
Otras condiciones de origen biológico que presentan alteraciones en el lenguaje son por ejemplo la hipoacusia (disminución de la audición), el retraso global del desarrollo, trastorno del espectro autista y enfermedad neurológica de base. Como norma muy general, no habiendo diagnóstico previo, los especialistas coinciden en que si un niño a los dos años no comienza a armar frases de dos palabras, por ejemplo “mamá agua” para pedir agua, debe ser evaluado por un especialista.
En opinión del Cacchiarelli, “a los tres años uno tendría que poder tener un diálogo con un niño y entenderse mutuamente. Si a esa edad las palabras mal dichas son tantas que dificultan el entendimiento, se debe consultar al pediatra”.
Si bien los signos de alerta varían según la edad del niño, los más importantes son los siguientes:
– Antes de los 6 meses: previo a la aparición de las palabras existe una etapa llamada pre-lingüística o no verbal en la que los niños deben emitir sonidos como gorjeos, balbuceos, llantos y sonrisas que se van constituyendo como instancias comunicativas del bebe.
– A los 6 meses: si no sigue con la mirada cuando el adulto señala y le pide que mire un objeto familiar.
– A los 12 meses: si no tiene atención conjunta en relación a un objeto o actividad; no emplea gestos (señalar, hacer chau con la mano); no se observa anticipación ni risa compartida.
– A los 15 meses: si no lleva a cabo órdenes simples (dame, mostrame, etc.); retraso en las pautas de desarrollo de lenguaje; no inicia un juego o rutina social.
– A los 18 meses: si no hay acción proto-declarativa (señalar y establecer contacto visual con el adulto con la única intención de dirigir su atención).
– A los 24 meses: si no muestra interés por otros niños; ausencia de juego de ficción; no dice frases espontáneas de 2 palabras (no aquellas repetitivas de frases ya armadas por el adulto).
Otros de los mitos frecuentemente escuchados consiste en que para estimular a que un niño hable, hay que hacer como que no se le entiende, así realiza un esfuerzo mayor para expresarse, o que si pronuncia mal una palabra hay que corregirlo en el momento, porque si no la aprende mal. “Nada más inexacto -agregó Cacchiarelli-, la mejor manera de incentivarlo es mostrarle que lo entendimos y nombrar de manera correcta lo que ellos todavía no pueden nombrar. Pero sin marcar que lo están haciendo mal, ni corrigiéndolos, debemos evitar generarle frustración. El niño está haciendo un esfuerzo comunicativo que todavía no es perfecto, pero debemos fomentarle que no pierda su interés en comunicarse”, concluyó.