Un equipo de arqueología de la Destreza de Ciencias Naturales y Museo de la Universidad Doméstico de la Plata y el Conicet trabaja desde hace tres décadas en sitios de la entrada La María, ubicada al sur de la meseta central de Santa Cruz. Bajo la dirección del investigador Rafael Paunero, encontraron un registro de doce mil primaveras de ocupación humana que incluye tecnología lítica (herramientas de piedra con diferentes tipos de rocas y minerales), restos de fogones y pinturas rupestres.
“Nuestros estudios muestran que en esta región vivieron sociedades nómades que se movían de forma planificada adentro de territorios socialmente definidos. Sus prácticas sociales cotidianas incluían el trabajo, el engranaje, la fabricación de fortuna y la selección de lugares de acampe. Incluso pintaban, manufacturaban ropa y herramientas”, asegura la arqueóloga Catalina Valiza Davis.
En este sentido, las sociedades que vivían allí conocían de forma integral sus territorios y establecieron vínculos estrechos con los paisajes, los animales, las plantas y los minerales. Según las evidencias encontradas, estas poblaciones cazaban guanacos, choiques y zorros. Incluso recolectaban plantas y huevos de ave, y se aprovisionaban de rocas y pigmentos.
Por su parte, los artefactos hallados en excavaciones señalan que poseían conocimientos, habilidades y técnicas específicas que les permitía confeccionar instrumentos en piedra, hueso y madera. Adicionalmente, los pigmentos los empleaban para ornamentar, pintar las paredes, los toldos, las vestimentas y el cuerpo.
“A veces se tiende a pensar que las pinturas rupestres cumplían una función decorativa, pero en estas cuevas creemos que estas poblaciones dejaban mensajes de todo tipo. Hay imágenes muy claras de animales y escenas de caza que podrían indicar de qué forma conseguían la comida. Se observan muy adecuadamente los instrumentos o la distancia a la que está la presa del cazador” explica Raúl González Dubox, arqueólogo del mismo montón de trabajo.
Aunque parezca puntual, estas investigaciones permiten dar cuenta de un proceso histórico de más de 12 mil primaveras en la Provincia.
Fuego, piedra y pintura
Tanto a partir del registro arqueológico como del estudio de crónicas de viajeros, se sabe que las distintas comunidades utilizaron el fuego con funciones sociales, simbólicas y tecnológicas. En la Patagonia, los pueblos mantuvieron esa forma de organizar la vida durante muchos milenios, aunque en distintas épocas esto se expresó de forma diferente.
Por ejemplo, en una de las últimas investigaciones que llevaron a lengua en el sitio Cueva del Ponedero –ubicada en Santa Cruz–, los científicos mostraron cómo se habitó este espacio de forma reiterada. Allí realizaban su instrumental en piedra y encontraron una multiplicidad de pinturas rupestres.
Incluso, en algunas cuevas se observan muchas imágenes superpuestas de manos de niños y adultos que probablemente se utilizaron como señal de tránsito. “Intuimos que se trataba de mensajes tendientes a transmitir cierta sensación de confianza en relación a la seguridad del puesto para habitarlo”, detalla González Dubox.
Muchas arqueologías
Cada 18 de septiembre en Argentina se celebra el día de la arqueología en homenaje al arranque de Florentino Ameghino, uno de los científicos argentinos más importantes de finales del siglo XIX. “Allende de ser una disciplina uniforme, presenta variedad de perspectivas y modos de hacer. Los distintos modos de vida adoptados por las sociedades originarias y la gran extensión del zona doméstico demanda numerosas arqueologías”, resalta el investigador.
Y continúa: “En nuestro caso, por medio de prospecciones, excavaciones y relevamientos de sitios con arte rupestre, buscamos recuperar evidencias materiales que nos permitan indagar en la estructura social y la vida cotidiana de las personas que habitaron Patagonia. Nos enfocamos en sus vínculos con los animales y las plantas, los modos de alimentarse, las tecnologías que desarrollaban y las formas de comunicarse”.