El próximo martes se celebrarán en los Estados Unidos cincuenta comicios independientes, donde se elegirá a los delegados al Colegio Electoral que designarán al nuevo presidente de la nación. En 48 estados, quien Se lleva la votación, aunque sea con un voto, obtiene todos los delegados. No ocurre eso en Maine y Nebraska en donde puede Ocurrir representación de minorías. Se considera que 43 estados están decididos, porque tradicionalmente han votado por un partido y su candidato es el predilecto en las encuestas. Hay siete estados en los que puede aventajar cualquiera, porque la superioridad del primero sobre el segundo es menos al ganancia de error: Arizona, Georgia, Cellisca, North Carolina.
Son asimismo pendulares Pensilvania, Michigan y Wisconsin, que están situados en el Rust Belt, el cinturón oxidado, lo que queda, del Steel Belt que fue vanguardia de la Segunda Revolución Industrial. Estos estados, que eligen 44 electores, dieron el triunfo a Donald Trump en 1917 y a Joe Biden en 2021. Fueron históricamente un protección demócrata controlado por los sindicatos, una de las columnas vertebrales del partido. Francis Fukuyama en su manual, “The Great Disruption: Human Nature and the Reconstitution of Social Order”, estudia el choque entre los títulos conservadores de los trabajadores del cinturón oxidado, y los de la posmodernidad encarnada en Silicon Valley, tema importante para entender la política del país.
Desde mediados del siglo XX el sector manufacturero sufrió una dramática recesión económica: la población de las ciudades descendió, la automatización dejó en el desempleo a muchos trabajadores, con la globalización, bastantes empresas se instalaron fuera del país. El monserga de los trabajadores del Rust Belt con la prosperidad y el protagonismo de la bienes de California tiene que ver con el trabajo, y asimismo con el prestigio. Estos rudos obreros son una almohadilla electoral de Trump, que ve con antipatía a los sofisticados habitantes woke del Oeste.
Esto no les gusta a los autoritarios
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El éxito de los outsiders de la política no se explica por sus propuestas, sino por su estilo con soluciones simples y contradictorias
El éxito de los nuevos outsiders como Bolsonaro, Milei, Pedro Castillo, Trump, no se explica tanto por el contenido de sus propuestas, sino por su estilo y la propuesta de soluciones simples y contradictorias. Están en contra del establecimiento, los partidos, los intelectuales, los medios, los artistas, la civilización altruista. No tienen convicciones democráticas firmes: Trump y Bolsonaro fueron enjuiciados por no aceptar los resultados cuando perdieron las elecciones, Castillo intentó dar un impacto de Estado, Milei está en los límites del autoritarismo por su relación con las instituciones y la prensa suelto.
Muchos estadounidenses creen que están divididos por delito de una civilización woke que promovió títulos relacionados con los derechos civiles, la sexualidad, la inclusión de las minorías. Los excesos de algunos activistas de organizaciones que promueven esas ideas han provocado una reacción conservadora.
No todos los seguidores de Trump son racistas, ni extremistas. Votan por un candidato que comunica, que comparte sus sentimientos y resentimientos. La mayoría son blancos, poco educados, creen en teorías conspirativas, son más hombres que mujeres, y más numerosos entre los mayores. Se sienten pobres, segregados, en una sociedad en la que la revolución del conocimiento, impone una meritocracia, en la que tienen pocas posibilidades por su modesta educación.
Bastantes viven Lejano de las grandes ciudades, son campesinos a los que se comprende mejor leyendo la autobiografia del binomio de Trump, James D. Vance, “Hillbilly Elegy”, transformada en la serie de Netflix “Hillbilly, una elegía rural”, dirigida por Ron Howard, director de la película “A Beautiful Mind”. Vale la pena verla. En uno y otro casos se usa el término “hillbilly”, que designaba originalmente a los campesinos de las montañas Apalaches, del noreste de Estados Unidos, descendientes de colonos llegados de las tierras bajas de Escocia y del Ulster, que fundaron los primeros asentamientos de colonos en esta región. Las características inhóspitas del dominio, y su difícil camino generó una civilización cerrada, conservadora, recelosa de la intromisión del Estado.
Al inicio de la serie aparecen los abuelos de Vance cuando llegaron de Kentucky a Ohio en la término de 1950. Se aprecia la prosperidad de los comercios de la época, llenos de multitud alegre, la ardiente actividad de obreros y vehículos, una factoría con chimeneas humeantes. Posteriormente, se muestra la situación de la ciudad en 1997. Los comercios están cerrados, no hay peatones en las aceras, la factoría fue clausurada y sus instalaciones están oxidadas. Ohio, que perteneció al Steel Belt se ha convertido en Rust Belt.
Tras el intenso curso de internet al que nos condenó el Covid, se aceleró la caducidad de los títulos tradicionales
Vance nació en Middletown, Ohio, estudió derecho en Yale, y fue electo senador en 2022, con al apoyo de Trump, a pesar de que en 2016 fue portavoz del movimiento Never Trump y lo había calificado de “idiota” y “parecido a Hitler”. Es un inversor de renta de peligro con buenas relaciones en Silicon Valley, que incluso recaudó bienes, apoyado por otros inversores del mismo tipo como David Sacks y Chamath Palihapitiya.
Trump al designar a Vance, mandó la señal de que seguirá vivo su política exógeno, sintetizada en el marca “Make America Great Again”. El candidato a vicepresidente, se opuso como senador a que se entreguen fondos a Ucrania para que pueda defenderse de la invasión rusa, criticó repetidamente a la OTAN y a sus miembros europeos por no llevar más en defensa. Su nominación termina con las esperanzas de algunos aliados europeos, de que Trump modere su política exógeno. Su gobierno tendrá como único objetivo el bienestar de “América” que, en sus términos, significa “Estados Unidos”. Mala anuncio para quienes esperen su ayuda sobre todo en Latinoamérica, que tan pronto como fue mencionada en la campaña. No somos prioridad para los conservadores.
Vance, como Trump, tiene convicciones democráticas débiles, dijo que aceptará los resultados de las elecciones solo “si son libres y justas”.
En los estados indecisos la distancia entre los candidatos es pequeña, último al ganancia de error de las encuestas, no se puede predecir el resultado. Los electores de Trump son más difíciles de ubicar y por eso suele tener cifras bajas en las encuestas, tiene más posibilidades de aventajar. En este artículo damos más espacio a la campaña de Trump, porque ayuda a comprender a los outsiders que están ocupando cada vez más espacio político en América Latina y en Oeste.
Hasta el siglo pasado, se enfrentaron en el continente partidos que tenían la estructura tradicional. En el siglo XXI, la democracia erguido entró en crisis por la difusión de internet y de otras tecnologías, que nos condujeron a una sociedad con relaciones más horizontales en todos los ámbitos.
Sobre todo a posteriori del intenso curso de internet al que nos condenó la pandemia, se aceleró la caducidad de los títulos tradicionales que se venía produciendo. Es un cambio sin retorno. No volverá el antiguo dispositivo de campaña formado por centrales a las que los militantes iban a fumar y repartir folletos. El nuevo dispositivo son el celular y la tecnología, si desaparecen, no volverán las máquinas de escribir.
Que vivan los estudiantes
En la sociedad presente la política es, cada vez más, espectáculo. Las campañas se ganan empatizando con la vida cotidiana de los ciudadanos y su sentido del humor. Los programas de gobierno, manifiestos y discursos, que parecían fundamentales para el triunfo, fueron reemplazados por la conversación directa, memes, sonidos, actos pintorescos. Cuando aconsejamos hacer poco en una campaña, lo primero que preguntamos, es si eso va a divertir a los votantes indecisos.
La multitud está poco interesada en entender la hechos de los candidatos, o sus peleas con otros políticos. Las campañas actuales las ganan candidatos capaces de ingresar en la conversación cotidiana de la multitud. Si en un país no hay alguno que cuente la investigación y la táctica necesarias, para planificar lo que parece improvisado, Se lleva el que más se acerca, de método instintiva, a las pulsiones de una mayoría harta de las formas de la vieja política.
En Estados Unidos candidatos importantes cuentan con equipos de consultores, que los ayudan a transmitir su mensaje con hechos livianos que llegan al corazón del votante popular. Los candidatos ideológicos son analógicos, tienen problemas para triunfar la nueva circunstancia. Quienes tienen una mente abierta son analógicos, decodifican su mensaje para entrar a los sentimientos de determinados electores.
La campaña de Trump tiene más calidad profesional. Sus banalidades y sus equivocaciones están perfectamente planeadas. Cuando fue a McDonald’s a freír papas y atender a los clientes, no lo hizo solo para poner en ridículo a Kamala, sino para transmitir un mensaje divertido al target que hemos descrito antiguamente.
Su equivocación, cuando habló de inmigrantes haitianos que se comen perros, gatos y mascotas, se dirigía a electores de los estados swing, que con solo una excepción tienen pocos votantes inmigrantes y casi ningún haitiano. Seguramente provocó la risa de los red necks y los obreros del rust belt que lo apoyan.
Los demócratas, le respondieron inundando la red con meme drops en los que muchos animalitos pedían el voto por el republicano. Tal vez, fue un error. Si analizamos con profundidad la frivolidad que nos inunda, los animales ocupan un oportunidad demasiado importante, hay que entender usarlos para comunicarse con la multitud. Si se lo pregunta a los votantes de Milei, muchos mencionarán a Conan como quien les conectó con la campaña, y muy pocos sabrán quién fue Murray Rothbard, ni cuáles fueron sus ideas. Tal vez, sea un poco más conocido, porque uno de los hijos del presidente se Clasifica Murray.
Cuando Trump llega a uno de los últimos actos de la campaña montado en un camión de basura, respondiendo con un chiste a un ataque intransigente de Biden, cumple con el principio de que la campaña se ve, no se oye. La campaña de Trump no aburre, es disruptiva, tiene picardía. Son los nociones que conducen al éxito.
* Profesor de la GWU. Miembro del Club Político Argentino.