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Sueños y testimonios | Página|12

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Acompañada de un gran teatro, entre los que estaban referentes del ámbito de los derechos humanos, la imparcialidad y el mundo intelectual en universal, se presentó este ultimo sábado el vademécum de Fabiana Rousseaux, Sueños y Testificación, Inconsciente y discurso judicial (La Cebra, 2024).

El hecho es un acontecimiento importante en un tiempo político que amenaza con la carencia de los procesos de memoria y –ahora– con la censura de determinados libros; y esa relevancia viene dada como aporte para entender los nuevos mecanismos de control social que se montan sobre la subjetividad, a la vez que abre instancias de interrogación para practicar la resistor y la transformación desde un puesto sumamente diferente.

Fabiana Rousseaux –que durante más de una decenio estuvo a cargo de la política estatal de figurantes a las víctimas/testigos en el ámbito del consideración de los responsables de crímenes de lesa humanidad en Argentina–, demuestra en este nuevo vademécum que el ámbito de los sueños no deben ser descartados del registro del evidencia sumarial. Lo hace a partir de tres casos (tres sueños concretos) cuya particularidad es Tener entrado en el dispositivo de la prueba testimonial y Tener sido por él provocados: incrustándose en el discurso del derecho penal.

–Refrendador: todo el tiempo que estuve ahí, secuestrado, se escuchaba el peloteo de una pelotita de ping pong, como si cierto estuviera jugando, o fuera una impresión. No lo pude conocer hasta muchos abriles a posteriori que volví de reconocimiento y el equipo arqueológico del “Club Corpulento” que hace un trabajo maravilloso, me dijo que tenían una sorpresa para mostrarme: habían antagónico una pelotita de ping pong. Efectivamente la encontraron debajo de un montacarga. Desde ese día puedo echarse sin el ruido de la pelotita en la persona y apagando el velador que tenía que tener prendido, pensando que con el velador, se me iba a ir el ruido de la persona.

–Fiscal: ¿Usted durmió toda su vida con la luz prendida a posteriori de que salió del centro clandestino de detención?

–Refrendador: En grandes épocas sí y con la pelotita de ping pong en la persona -el toc toc- hasta que vi la pelotita. Fue instantánea la terapia esa de… sí, fueron más de vigésimo abriles.

(Fragmento, Sueños y Testificación, en la página 72)

A partir de ese registro sumarial procede el mecanismo de exploración. Es el “ruido” de la pelotita –tal como la define el declarante– el que no cesaba de retornar bajo el modo de un sueño-pesadilla hasta que el dispositivo arqueológico y sumarial puso en evidencia la pelotita actual.

Es Proclamar, soñar y manifestar como actos subjetivos constituidos por una proximidad deducción, y el sueño, como portador de una verdad inconsciente y de marcas traumáticas, muchas veces desconocidas o ilegibles para el sujeto que sueña, que lo interpela tanto como los expresiones que emergen en el contexto del dispositivo judicial en el curso de un proceso sumarial, como puesto de alojamiento y duelo.

Y esto tiene que ver con poco de “imparcialidad poética”, como correctamente señala Luciola Macedo en el prólogo. Se Procura de “… extraer los sueños del discurso judicial, unido con la delicadeza y el rigor que implica ponerlos a trabajar, y la advertencia de que no se Procura de interpretarlos, ya que estos relatos tuvieron puesto durante conversaciones que se desarrollaron en el contexto de una experiencia sumarial y no de una experiencia analítica”.

Fabiana Rousseaux

Como buena discípula del gran Fernando Ulloa, el vademécum de Rousseaux sigue la orientación de su trabajo como nueva praxis que permita una comunicación más fluida entre el conocer judicial y el psicoanalítico, basado en la experiencia particular de los juicios de lesa humanidad, pero tranquilamente exportable a otros procesos donde la formulación del concepto “terror” como categoría clínica todavía tendría un vasto campo de aplicación. Me refiero a los procesos de Procura de personas, violencias de Estado o víctimas de genocidios actuales, otorgando a aquellos que el terror ha enmudecido, mediante el juzgamiento y la inscripción de lo onírico en su despliegue, la restitución más viva de su voz.

En épocas anarcoliberales hechas de memorias que se pretenden sin legados, o –posiblemente– de destrucción de esos legados simbólicos en tanto archivos, los actos intersticiales se convierten en éticos (Jorge Germánico, dixit), pero todavía en políticos. Aquello que técnica y cálculo intentan desechar del tiempo pasado como borramiento selectivo de resistencias puede ser –paradójicamente– resistido.

Por eso el exploración de la figura del declarante en los juicios resulta crucial para el tiempo que vivimos, frente a la exigencia de mantenerlas más vivos que nunca en este presente, como si fuera un sujeto dinamizador en medio de una disputa política que lo excede, pero que –a su vez– lo contiene. De ahí la importancia de analizar esa forma de la voz como emergencia de poco fuera de puesto, que de sorpresa se despierta y metamorfosea, conmemoración que relampaguean en ese instante de peligro.

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