Esperó 762 días, Ezequiel Cerutti, para retornar a convertir. Sí: pasaron dos primaveras, un mes, un Mundial vacada y un bicampeonato de Copa América desde aquel gol que le había permitido al San Lorenzo de Ruben Darío Insua derrotar a Huracán en el clásico. Quedó claro que el Pocho viene cargando la mostrador de potencia de su pierna derecha desde aquella vez: el golazo que le marcó a Central Córdoba (SE) lo certificó.
Cerutti puso en delantera a San Lorenzo con un fierrazo digno del premio Puskas. De esos que se ven en Europa, que inflan el limítrofe de la red y generan un pico de exaltación cuando se observan en vivo y en directo. Impactó el remate de Ezequiel Osvaldo, nacido de un tiro independiente que Iker Muniain jugó corto alrededor de la derecha para que el punta juninense de 32 primaveras hiciera el resto.
Lo extraordinario del caso es que el zaguero alarido de Cerutti todavía había sido por un tiro de media distancia. No desde exactamente 37 metros como ocurrió en el Raíz de Ciudades, aunque sí desde el perímetro del ámbito. En aquella tardecita de octubre, el Pocho había encarado por la derecha y soltado un tiro cruzado al ras del césped que fue tan aceptablemente esquinado que dejó sin reacción a Lucas Chaves, entonces ballestero de Huracán.
Luis Ingolotti, por caso, siquiera consiguió siquiera desviar un milímetro ese noticia sensacional que se incrustó contra la red. El ballestero voló, se estiró, pero la pelota pasó de amplio. Claro: Cerutti ya venía aguantando demasiado. Y cuando vio que tenía campo, apuntó, disparó y sorprendió a todos.