Alerta por sarampión en la Argentina
Luego de ser declarada libre de sarampión en 2016, la población argentina se encuentra nuevamente en estado de alerta ante el parte emitido los últimos días por el Ministerio de Salud de la Nación que indica que el virus podría reingresar al país.
La advertencia se da en el marco de las recomendaciones brindadas por la Organización Panamericana de la Salud (OPS) en función de una serie de brotes propios e importados que se registraron en lo que va del año en Venezuela (159), Brasil (14), Estados Unidos (13), Canadá (4), México (4), Perú (2), Antigua y Barbuda (1), Colombia (1) y Guatemala (1).
Se trata de una enfermedad altamente contagiosa que se transmite por vía aérea y se propaga cuando la persona infectada elimina secreciones respiratorias al hablar, toser o estornudar.
Los primeros síntomas suelen presentarse entre 8 y 12 días luego de la infección y son fiebre alta, secreción nasal, conjuntivitis y tos, pequeñas manchas blancas en la cara interna de la mejilla, y erupción en la cara y cuello que se va extendiendo al resto del cuerpo.
También existen posibles complicaciones a causa del mismo virus o debido a una sobreinfección bacteriana, como diarrea intensa, infecciones al oído, laringotraqueobronquitis (crup), neumonía, meningoencefalitis, convulsiones y, ocasionalmente, la muerte.
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Algunas de las secuelas posteriores que pueden presentarse son ceguera (por la carencia de vitamina A) y panencefalitis esclerosante subaguda, trastorno neurológico crónico degenerativo, que es grave y mortal pero poco frecuente (1 caso por cada 100.000 casos de sarampión).
Si bien cualquier persona puede ser afectada por el virus, los más expuestos son los niños y los episodios más graves se dan en lactantes, menores de 5 años, desnutridos y adultos con inmunodeficiencias.
El método de prevención más efectivo es la vacunación, que es obligatoria y debe ser aplicada a los niños cuando cumplen un año de vida, con un refuerzo durante el ingreso escolar, según establece el Calendario Nacional.
No hay un tratamiento específico para la enfermedad, aunque sí para los síntomas y las complicaciones. Por lo general, la recuperación lleva entre dos y tres semanas.
Los casos sospechosos de sarampión deben notificarse de forma obligatoria, según establece la Ley 15.465. Un caso considera sospechoso cuando el paciente presenta fiebre mayor a los 38°C y exantema, o cuando lo indica el profesional de la salud.