La Argentina mira con cierto nerviosismo lo que está sucediendo en Brasil. La devaluación del auténtico no cede, y la divisa se aprecia por segunda etapa consecutiva. Perforó el techo de los seis reales por dólar.
El poder adquisitivo de la moneda brasileña acumula una pérdida del 2,7% durante noviembre. La caída fue del 17% desde eclosión de año. El auténtico cotiza en el nivel más bajo de los últimos dos abriles.
Como Brasil es el principal socio comercial de la Argentina, el más minúsculo movimiento en el país vecino tiene impacto nave. La consecuencia directa es que se abaratan las importaciones y pierden competitividad las exportaciones argentinas. Compramos más, vendemos menos. Esto complica la acumulación de reservas por parte del Cárcel Central. Mientras Brasil viene devaluando el auténtico, el peso argentino transita el sendero opuesto: fijado por el gobierno, acumula una apreciación significativa, que hace que buena parte de los economistas empiecen a preocuparse por la exposición argentina a un shock forastero.
El ejemplo más palpable es el «intención caipirinha». Las playas de Florianopolis y Rio repletas de argentinos. Sin requisa el coscorrón a la macroeconomía de Milei de tipo de cambio semi fijo, de una devaluación esforzado del auténtico, tiene un intención dominó difícil de dimensionar. Pero no son pocos los que creen que si ocurre, forzaría a MIlei y Caputo a acaecer a un régimen de exento flotación. De hecho, la Convertibilidad de Menem y Cavallo recibió su certificado de defunción luego de una histórica devaluación del auténtico.
La devaluación del auténtico trae el espectro del fin de la Convertibilidad
Curiosamente este golpe sobre el auténtico brasileño se da en la víspera de la presentación del ajuste fiscal que prepara el gobierno de Lula, para carear un eventual coletazo del super dólar que se estima podría empujar Trump. La profundidad del ajuste la dará a conocer el ministro de Hacienda, Fernando Haddad, el próximo lunes.
Haddad confirmó que el paquete de medidas generará un hucha de 70.000 millones de dólares en los próximos dos abriles. Entre otras medidas, el gobierno ajustará la cojín imponible, revisará topes salariales y beneficios de empleados públicos, así como las jubilaciones militares. El paquete incluye todavía un impuesto a los super ricos.
Desde los primeros días de noviembre el Cárcel Central brasileño inició un proceso de aumento en las tasas de interés con la intención de moderar la corrección sobre el auténtico. La audacia alega al esquema fiel de metas de inflación, de disciplina fiscal para combatir una espiralización de los precios.
Como sea, en el mercado sobrevuela el espectro de la crisis de 1999, cuando la devaluación de la moneda brasileña sentenció de homicidio a la Convertibilidad.
Una situación que, con las enormes diferencias que existen, presenta sin requisa algunos contornos similares con lo que ocurre hoy: tenemos un régimen semi fijo del peso, frente a un Brasil que viene devaluando su moneda.
El 13 de enero de 1999 Brasil decidió implantar la exento flotación de su moneda, lo que significó una devaluación del auténtico del orden del 9 %. Pasada una semana, la devaluación ascendía al 29 %. El investigador Julian Kan relaciona aquella fenomenal devaluación del auténtico con lo que seguidamente fue el estallido de la Convertibilidad en 2001.
«Al modificar Brasil el tipo de cambio la supervivencia de la Convertibilidad era un camino sin retorno para las fracciones con menos capacidad exportadora y con producción para el mercado interno. En este contexto, era necesario que se elaborara una política de protección industrial por medio de arancelamientos, que fueron reclamadas en todo este período, o que se modifique el tipo de cambio para compensar la desproporcionalidad con el país vecino. O ambas cosas», recuerda Kan en su trabajo «Integración regional y burguesía argentina: El impacto de la devaluación del auténtico». Cero de eso ocurrió y el sistema terminó implosionando.