El clima de fiesta en el campus de la Universidad Howard, donde por la tarde la masa bailaba y cantaba mientras esperaba por su candidata, la vicepresidenta, Kamala Harris, comenzó a desvanecerse con el valer de las horas, y con cada aviso que llegaba a través de las pantallas gigantes instaladas para seguir el pesquisa al medio vacuo. Al final, cuando ya el triunfo de Donald Trump era una efectividad cada vez más evidente, la masa se empezó a ir.
miércoles 06 de noviembre de 2024 | 6:54hs.
El obturación de la tinieblas electoral en Howard, el alma mater de Harris, y un motivo con un enorme simbolismo para la comunidad afroamericana de Estados Unidos, ofreció un formidable contraste con el medio ambiente que se vivió en las horas previas al obturación de los comicios. La música retumbaba. La masa bailaba. Había un clima de fiesta en el prado central. Una mujer cantó el himno, y la masa la acompañó en un silencio de sepulcro. Un coro de gospel encendió a posteriori a la multitud. Un tablas con un podio rodeado con cristales blindados estaba dispuesto para tomar a Harris delante del Frederick Douglass Vestíbulo, un edificio con un frente similar en estilo al de la Habitación Blanca que lleva el nombre de una figura histórica: Douglas fue un tiranizado que se convirtió en abolicionista y uno de los afroamericanos más prominentes del siglo XIX. Harris nunca apareció.
“No era lo que esperaba”, dijo a LA NACION Jasmine Buttolph al salir de Howard, cerca de la 1 de la crepúsculo. Había llegado por la tarde, y dijo estar “decepcionada” con la partida de Harris. “Ahora efectivamente no estoy segura de qué va a advenir cuando nos despertemos”, adelantó. Igual se aferraba a la esperanza. “La matemática es posible”, dijo.
El día había arrancado con otra medio. Miles de personas comenzaron a conmover cuando todavía caía la tarde en un apacible día de otoño escandinavo en Washington, la haber norteamericana, un bastión demócrata, con expectativa de celebración. Un enjambre de periodistas, fotógrafos, camarógrafos y productores se agolpó en dos tarimas frente al tablas, y se repartió cada metropolitano cuadrado arreglado en el césped en torno a.
Con el valer de las horas, la ansiedad avanzó a medida que los resultados mostraban a Trump sacando ventajas en los estados secreto, aunque la esperanza persistía con cada anuncio propicio a Harris, que se celebraba con gritos y aplausos. A las diez de la tinieblas, los voluntarios de la campaña comenzaron a repartir banderas norteamericanas. Dos horas a posteriori, la masa empezaba a irse.
Inaccesible de allí, en su residencia en el Observatorio Naval, Harris seguía las primeras cifras del pesquisa adyacente con su tribu, sus asesores y miembros del staff de su campaña. Nunca dejó su res
Horas antiguamente, ya una larga fila recorría la avenida Georgia para ingresar a la universidad, alma mater de Harris, el motivo electo como cuartel genérico para esperar el desenlace de la selección más importante de su vida, y una de las más trascendentales para el país. En esa fila se veían muchos afroamericanos, y muchas mujeres.
“Esta tinieblas es histórica”, había dicho Denise Heart, una profesora afroamericana de la universidad mientras esperaba ingresar a lo que, esperaba, sería más tarde una fiesta. “Soy una exalumna, soy miembro del cuerpo docente de esta institución, pero encima de eso, soy una exalumna, soy una mujer negra. Así que la campaña, esta tinieblas, es histórica. Estoy aquí, como decimos, sobre los hombros de muchos. Mi abuela, mi mamá, yo misma, los que están por germinar, ya sabes, estoy muy, muy, muy orgullosa”, afirmó.
Como muchos otros votantes demócratas, Heart y sus amigas esperaban los primeros resultados de la tinieblas con una mezcla de esperanza, alegría y ansiedad, a sabiendas de la posibilidad de un triunfo de Trump.
Alex Hayden, 37 primaveras, esperaba en la remate del ingreso a la universidad vestido de traje con una gorro que decía: “Tipos blancos para Harris”. Hayden se mostraba convencido de un triunfo.
“Creo que ya terminó. Creo que Kamala va a percibir. Quiero Especificar, obviamente creo que será un partido reñido, pero creo que el tema del pérdida es lo que la va a poner en la cima. Creo que va a percibir”, dijo.
Charkera Ervin, una abogada afroamericana de 38 primaveras, confesó a este corresponsal que había estado llorando desde el día precursor en presencia de la expectativa de ver a una mujer negra convertirse en presidente del país.
“Siento que tiene un significado muy confuso para mí, especialmente por ser una exalumna de Howard. Ella es una exalumna de Howard. Es miembro de mi hermandad, alpha, kappa, alpha”, dijo mientras caminaba con destino a el ingreso al predio. “Con ella, su historia a nivel personal, y no sé, siento que es nuestra. Y es como si fuera nuestra, no solo nuestra campaña preferida en contraste con la campaña que yo hago o el partido con el que estoy alineada. Es como si efectivamente nos perteneciera”, remarcó.
Mia Naylor, una novicio afroamericana de 22 primaveras, dijo que las elecciones se vivían con mucha intensidad porque eran “efectivamente decisivas” para muchas personas.
“Creo que es efectivamente una valentía entre tener una democracia o tener una dictadura, y para ser completamente honesta, especialmente porque Donald Trump ha dicho en numerosas ocasiones que si votan por mí ahora, esta será la última vez que voten, ha entregado la impresión de que va a intentar convertirse en un dictador y en el rey, y que estas serán las últimas elecciones”, indicó.
“Estoy un poco nerviosa –cerró a posteriori, sin prever lo que vendría unas horas más tarde–, pero además muy emocionada”. (APFDigital)