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El heteropatriarcado, la base del machismo

En la columna de hoy nos aproximamos al término "heteropatriarcado" para comprender a qué se refieren las feministas cuando hablan de él y por qué se lo acusa de tantos crímenes en la sociedad.

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Al comenzar esta sección dedicada a hablar de feminismo, a analizar sus bases y a estudiar los conceptos básicos que lo atraviesan, mencionamos el patriarcado varias veces. Hoy iremos más allá, analizando comparativamente dicho concepto con el heteropatriarcado, un concepto que no se utiliza por moda, sino para hacer evidente las bases de un sistema opresor que criminaliza la diferencia.

Definición

El heteropatriarcado es un término proveniente de diferentes teorías de la sociología feminista (no tiene un autor específico) que se utiliza para hablar del sistema social al que se somete la mayor parte de la humanidad, aquél que es regido por los patriarcas (los padres, es decir, el hombre en última instancia) y que ha conseguido, a través de diferentes prácticas discursivas, instaurar la idea de la heterosexualidad como la única sexualidad posible, o bien como la sexualidad considerada «normal», «sana». De acuerdo a dicho sistema en el que se circunscriben, reitero, la gran mayoría del mundo, quien tiene supremacía es el hombre heterosexual, es decir que se «premia» socialmente a aquel individuo de género masculino que detenta características «acordes» a su género (ademanes «masculinos», vestimenta «masculina») como así también gustos asociados a los varones (por el fútbol, las mujeres o los autos, por citar algunos ejemplos) y se rechaza y castiga a quién no refleje dichos cánones (por ejemplo a las mujeres en general, a los hombres con gustos «femeninos», a los homosexuales).

La noción de patriarca proviene de los orígenes de la humanidad (procede de la unión de la palabra latina ‘pater’ (padre) y el término griego ‘arkhé’ (origen o principio))  y se vio asociado siempre al modelo de familia convencional: el padre de familia es quien posee el poder sobre todos los individuos que conforman dicho grupo, sobre su esposa y todos sus hijos, toma todas las decisiones de importancia y maneja el dinero de acuerdo a su propio criterio. Hasta no hace mucho tiempo las mujeres pasaban de estar bajo el dominio de su padre al dominio de su esposo, sin gozar nunca de la libertad de elección. De hecho era bastante común que una mujer adinerada, proveniente de una familia acaudalada, se casara simplemente para cumplir con el mandato social y poder acceder al dinero heredado, de otra manera jamás podría gozar de lo que por ley le era propio.

El origen del cuestionamiento

Fue a partir del surgimiento de la teoría queer (durante la década de los 80 y 90) y las teorías de género que el término heteropatriarcado comenzó a usarse asiduamente, esto de la mano del cuestionamiento básico a las relaciones de poder socialmente establecidas entre los géneros y al origen de la sexualidad del ser humano.

Al comienzo de esta columna me vi obligada a utilizar en demasía las comillas para designar aquello que se entiende como «femenino» o «masculino», ¿por qué? porque finalmente todo proviene de una construcción social, aquello que se percibe como «masculino» no tiene que ver con una cuestión meramente biológica, sino con una construcción a lo largo de la historia de la humanidad que ha logrado establecer ciertas pautas que luego son consideradas fundamentales por la mayoría de la sociedad misma. Es a partir de aquí que la sociedad comienza a marcar lo que es «normal» y lo que es «anormal», a identificar quienes están «dentro» de lo socialmente aceptado y quienes quedan fuera, a generar una idea de «nosotros» y «ellos» que se asimila tan profundamente, que se defiende de manera tan ferviente como para luego impulsar un crimen de odio, como por ejemplo las golpizas ejercidas contra los homosexuales a la salida de cualquier boliche, en cualquier barrio.

Feminismo y Heteropatriarcado

¿Por qué las feministas usamos tanto este concepto?, lo hacemos porque hemos podido identificar, mediante el estudio de teorías sociológicas, sí, pero también a partir de la simple observación de nuestro entorno, que el sistema social basado en el dominio del hombre y de la heterosexualidad es lo que está matando a las mujeres, ya que representa los cimientos mismos del machismo. Un machista, un hombre que se cree superior a cualquier mujer, fundamenta su creencia en el funcionamiento de la sociedad a la que pertenece, sociedad que lo privilegia otorgándole el poder de caminar solo de noche sin temor a sufrir una agresión sexual o de cobrar un mayor sueldo por realizar el mismo trabajo que realiza alguna de sus compañeras mujeres. En línea con esto, el machista se atiene a lo que le han enseñado desde pequeño: los machos no lloran, eso es de puto o de mujer, que para el caso, siguiendo dicha lógica machista, es igual de malo una u otra cosa.

Seamos realistas, ¿quién, gozando de una clara posición de privilegio, encontrándose en lo más alto de la escala social, querría cuestionar su cómodo lugar de supremacía?. Nadie. Aunque deben existir ciertos casos en la historia de hombres que pudieron ver más allá de sus propios intereses y pelear por los derechos de las mujeres, me atrevo a decir que seguramente esos casos, si es que existen, son aislados. Pero para eso existimos la feministas, que representamos el grupo humano más vapuleado desde los orígenes de la humanidad: las mujeres.

Feminismo y abolición del heteropatriarcado

Las feministas no nos detenemos ahí, no cuestionamos únicamente el dominio del hombre por sobre la mujer, cuestionamos todo aquellos que se nos ha enseñado como ya establecido, como inherente a nuestra condición de seres humanos, y es entonces cuando buscamos derrotar al heteropatriarcado, porque más allá de la inclinación sexual propia (que puede coincidir o no con lo socialmente aceptado), comprendemos que la normalización de la heterosexualidad establece una relación de poder sobre otros tipos de sexualidad, buscando dominarlas, expulsarlas y, en lo posible, eliminarlas. ¿Qué diferencia podría hacer realmente nuestra lucha si sólo buscamos gozar de ciertos beneficios que hoy son propios de los hombres, pero no queremos patear el tablero de lo que nos es «socialmente dado»?.

Nuestra estrategia más importante en esta lucha diaria es, como mencionamos en el artículo anterior, la sororidad la hermandad entre mujeres, la identificación con nuestros pares y la confrontación colectiva, pero entendiendo que el heteropatriarcado condena a todo aquel que no sea visto como el «macho», como varón heterosexual que sigue todas las reglas establecidas de la convencionalmente masculino, es menester aunar nuestros esfuerzos con todos aquellos sujetos que quedan relegados de esta heteronormativa, aquellos que no pueden mostrarse como son por temor a que los agredan , le nieguen un trabajo o los aislen.

Es momento de desterrar todos los mitos respecto de lo «normal» porque representan la base fundamental para la instalación de la violencia contra todo aquello que no entra en dicha clasificación. El heteropatriarcado a fomentado siglos de opresión y odio, ha sido la bandera que flameó sobre las hogueras en la inquisición y todas  las masacres a los homosexuales. Es momento de comprender que el ser humano es un ser sumamente complejo que no admite clasificación alguna y que cada individuo merece ser libre de ser quien quiera ser.

Cárol Cortázar.-

Gráfica: Artista, Florencia Magallanes

 

 

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