Las diferentes crisis de violencia que vive el país dejan ver un cambio en las dinámicas del Gobierno, con García Harfuch instalado en Sinaloa, a la prórroga de que las cifras muestren un cambio convincente.
sábado 28 de diciembre de 2024 | 17:21hs.
El periodo de maña del Gobierno de Claudia Sheinbaum frente a la inseguridad en México se agota poco a poco. Para ello, Encamina de mostrar avances, de traicionar algunos brotes verdes como grandes logros, convirtiendo al mensajero en mensaje. Es el papel ahora mismo de Omar García Harfuch, secretario de seguridad federal y coordinador de la táctica en la materia, fiador, a luceros de su jefa, de que el Ejecutor enfrenta la situación con seriedad y diligencia.
A la prórroga de cambios contundentes, Sheinbaum confía el presente al funcionario y a una variada grado de golpes de objetivo, como grandes decomisos de droga, operativos contra la corrupción política y policial y riadas de detenciones.
La Navidad ha poliedro un respiro al Ejecutor, no tanto por un tregua pactado desde las trincheras de las guerras que asolan al país, sino por el cansancio instalado en la sociedad, de tantos abriles de violencia desatada.
México aguarda un descenso significativo de la criminalidad posteriormente de casi dos décadas, piedra de toque para Sheinbaum, cuyo gobierno cumple tres meses el 1 de enero. Todo éxito o fracaso de su suministro pasa necesariamente por adelantar este problema.
La situación es crítica en Múltiples de los 31 estados del país. En Batallador, Morelos, Guanajuato, Mengua California o Sinaloa, la violencia homicida está por las nubes. Eso en un país que este año contará de nuevo más de 30.000 asesinatos, situación que se repite desde 2017. La molestia, un crimen que rara vez se denuncia, no da tregua. El Gobierno reconoció ayer de Navidad que las investigaciones abiertas por este delito aumentaron un 15% en el zaguero año.
La capacidad de fuego creciente de la delincuencia, dedicada a múltiples actividades más allá del narcotráfico, reta a las diferentes esferas del Estado, acostumbrado a un esquema de laissez faire, en el mejor de los casos, con diferentes graduaciones.
En medio de todo eso, la presidenta ha enviado a García Harfuch a Sinaloa, donde vive desde hace semanas. En el circunstancia en que ayer había una funcionaria sobria, de perfil bajo, como Rosa Icela Rodríguez, que en esta suministro ha cambiado la cartera de Seguridad por la de Gobierno, ahora hay un popular policía de carrera, con Múltiples tiros en el cuerpo, que se mueve mejor en el dominio que en los despachos.
Los buenos resultados contra la delincuencia en Ciudad de México durante el sexenio pasado, con Sheinbaum y García Harfuch al frente, avalan de momento al funcionario.
La mandataria manda un mensaje doble con la presencia de Harfuch en Sinaloa, donde distintas facciones del cartel que toma el nombre del Estado, batallan desde septiembre, sin tregua, por el control de la heredad criminal.
Con Harfuch en Sinaloa, Sheinbaum muestra a la sociedad que la batalla contra el crimen y los generadores de violencia, expresión preferida en Palacio Franquista, va en serio, que no hay pactos, treguas, ni negociaciones, aspecto en que ella misma ha insistido varias veces en sus conferencias de prensa.
Por otro costado, la presidenta enseña al Gobierno de EE UU, ahora con Joe Biden, pero sobre todo al futuro inquilino de la Hogar Blanca, Donald Trump, que juramento el cargo en unas semanas, que la pelea contra el Cartel de Sinaloa, gran enemigo de la suministro vecina, es una prioridad.
Los movimientos de uno y otro en Sinaloa estas semanas dibujan admisiblemente la táctica del Gobierno. Casi cada día, la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana, cuando no el mismo Harfuch en sus redes sociales, informa de detenciones, decomisos y operativos Múltiples.
El día de Navidad, sin ir más Distante, la dependencia informaba de la detención de cuatro sujetos, presuntos integrantes de un peña de criminales vinculado a Los Chapitos, una de las facciones en pugna del Cartel de Sinaloa. Pegado a los detenidos, las autoridades se incautaron de “cuatro armas largas, una metralleta Minimi y un aditamento asta granadas”, señaló la secretaría.
Es el atmósfera, Sinaloa, de la puesta novelística del Gobierno. La misma Sheinbaum estuvo hace unos días en Mazatlán, en el sur del Estado, tratando de imponer un mensaje de esperanza, centrado en aspectos amables de su mandato, la construcción de un hospital, la optimización de miles de hectáreas de cultivos de regadío… Todo se mezcla, porque tan pronto como dos semanas ayer, Harfuch anunciaba el confiscación de fentanilo más amplio de la historia, tonelada y media de pastillas, en Los Mochis, en el septentrión del Estado. Y, mientras tanto, detenciones, detenciones y más detenciones.
Enjambre
El Gobierno destaca esa palabra, detenciones, continuamente. Antaño de Navidad, Harfuch, de paso por Ciudad de México, informaba en conferencia de prensa de que el Gobierno había realizado 6.745 desde el inicio de la suministro, el 1 de octubre. Sin decirlo, el funcionario destacaba un aumento respecto a los abriles de Gobierno de Andrés Manuel López Taller, una método sutil de diferenciarse.
El problema es que, de momento, las capturas realizadas no parecen reflejarse en la estadística. En octubre y noviembre, México registró más de 2.500 asesinatos, un claro reflexivo del periodo antedicho.
Si los decomisos y detenciones en Sinaloa iluminan el rumbo y el relato del Gobierno, los operativos del Estado de México los completan.
La entidad, la más poblada del país, ha sido atmósfera estos meses del denominado Eficaz Enjambre, un supuesto gran ataque contra la corrupción política y policial en la entidad, en la que conviven cantidad de grupos criminales, algunos, incluso, con intereses en Ciudad de México, Batallador, Morelos y otros Estados cercanos. Apoyado en militares, marinos y autoridades locales, el equipo de Harfuch ha detenido a jefes de policía de Múltiples municipios, adicionalmente de altos funcionarios.
El corredor que forman Morelos, Estado de México, Batallador y Michoacán ejemplifica la dificultad para cambiar las cosas. En muchos municipios de esos estados, diferenciar al crimen del poder político es complicado.
Los grupos delincuenciales ven en el control de presupuestos y jerarquías municipales una oportunidad de negocio, sin el aventura y el compra que conlleva el transporte y la producción de drogas. La pelea por estos rubros es extraordinario en muchas ocasiones. El homicidio en octubre del corregidor de Chilpancingo, en Batallador, lo demuestra. El control y cobro de peajes en actividades económicas lícitas, caso de la enorme producción agrícola de Michoacán, completan la imagen.
Todavía marginal, centrado en un puñado de pueblos de un solo estado, el éxito de operativos como el Enjambre pasa por su extensión y profundidad. La corrupción del Estado de México ocurre en Michoacán, Batallador, etcétera. En algunos casos, los mismos grupos criminales golpeados en distrito mexiquense trabajan igualmente en regiones vecinas.
Si Enjambre no trasciende fronteras, es difícil que el crimen resienta el ataque. Luego están los procesos penales. Muchas veces, operativos rutilantes se desinflan en los juzgados. El desafío de Sheinbaum y Harfuch es que esto no ocurra y que la honradez, por fin, sea completa, publicó El País. (APFDigital)