En el artículo inaugural de esta columna explicamos de qué trata el feminismo, la lucha femenina que busca acabar con la violencia machista, derribar el patriarcado instituido desde los inicios de la humanidad y revindicar los derechos de la mujer hasta obtener una total igualdad entre los géneros.
A continuación haremos una aproximación al concepto de SORORIDAD y su implicancia en la lucha por la igualdad de géneros.
Definición de SORORIDAD
Sororidad del latín soror, sororis, hermana, e-idad, relativo a, calidad de. En francés, sororité, en italiano sororitá, en español, sororidad y soridad, en inglés, sisterhood, es un término que hace alusión específicamente a la solidaridad entre mujeres en el contexto patriarcal. Es una alianza entre mujeres que promueve la confianza y el apoyo mutuo entre ellas, a partir de que las mismas comprendan que, pese a las circunstancias personales de cada una, viven las mismas situaciones de opresión, acoso y discriminación.
Podemos comprender la sororidad, también, como una estrategia de lucha, con un potencial inversamente proporcional al conocido dicho “divide y reinarás” y que tanto tiene que ver con la educación de las mujeres. Como parte de ésta, se nos inculca desde pequeñas un fuerte sentido de competencia para con otras niñas a partir de una comparación constante referida, sobre todo, al aspecto exterior.Es así que se marca una tendencia que se vuelve habitual en el día a día de todas las mujeres: se comparan vestimentas, peinados, maquillajes, cuerpos, éxito con el sexo opuesto, etc, incentivando la noción de que el fracaso de la otra es un éxito propio.
Mujeres juntas ni difuntas
Esta tendencia encuentra sus raíces más profundas en la tradición cultural a lo largo de todo el mundo. En México, por ejemplo, existe un dicho popular: «mujeres juntas, ni difuntas» que busca instaurar en el imaginario social que las sociedades de mujeres nunca resultan bien. En líneas generales es común escuchar que «los grupos grandes de mujeres siempre son problemáticos e implican enfrentamientos entre quienes los conforman, mientras que los varones desarrollan sin problemas el compañerismo para con sus iguales».
Es notorio como las mujeres, que históricamente en situaciones particulares como los períodos bélicos, han sabido organizarse y compartir la crianza de sus hijos, aprendemos el prejuicio de memoria y lo reproducimos sin advertir cuanto perjudica a nuestro género.
La competencia entre mujeres es fomentada desde siempre por el mismo patriarcado para evitar que las mujeres generen una empatia mutua, unan fuerzas y se conformen como un potencial adversario que tire por la borda años de opresión y aprovechamiento.
La unión hace la fuerza
El patriarcado nos ha formado para que compitamos de manera continua con otras mujeres, para que el deseo de “ganar”(le) a la de al lado sea más fuerte que el deseo de una lucha colectiva, que el deseo mismo de alcanzar conquistas para todo el género femenino. Es aquí cuando la sororidad aparece, tal como mencionamos antes, como una estrategia de lucha. Si conseguimos que exista identificación y empatía entre mujeres, que provoque que éstas estén dispuestas a ayudarse mutuamente sin juzgarse las unas a las otras, conseguiremos una unidad suficiente como para impulsar de manera clara el movimiento feminista.
Es difícil aplicar la sororidad cuando, por ejemplo, una feminista se encuentra con una mujer con actitudes machistas o expresando su desagrado por el movimiento que lucha para que ella también sea una persona completamente libre. No obstante, hay que hacer siempre el ejercicio de ponerse en el lugar de la otra, de intentar comprender por qué defiende al sistema que también la oprime a ella, de esta manera lograremos evitar caer en el juego del patriarcado y terminar juzgando a una compañera. Considero que lo más importante es comprender que aunque dicha mujer aun esté lejos de llegar a cuestionar las bases de esta sociedad injusta para el género femenino, forma parte del mismo equipo, aunque ella misma no lo advierta. Es el trabajo de una buena feminista intentar acercarla al movimiento, hacerle ver las situaciones de aprovechamiento a las que se ve sometida diariamente y tener la paciencia suficiente para esperar a que realice su propio análisis y decida aportar desde su lugar para cambiar las condiciones actuales que sufre el género femenino.
La sororidad se trata, además de la ayuda mutua, de no juzgar, de no creerse mejor que la de al lado porque ya hemos comprendido una o dos cosas del feminismo. Todas hemos sido criadas en el patriarcado y hemos interiorizado desde la más tierna infancia sus reglas. Algunas, por cuestiones personales o a fuerza de la ejercitación, contamos con ciertas herramientas para cuestionar lo que entendemos como «socialmente dado» y a otras les será mucho más difícil. Comprender, estudiar y aplicar la sororidad nos ayudará a ser solidaria para con todas las mujeres de nuestro alrededor, entendiendo que todas formamos parte de un mismo grupo vulnerado y que aquellas que aun no se consideran feministas ya llegarán también a identificarse con el movimiento y a luchar codo a codo con sus compañeras.
Cárol Cortázar.-