La imagen parece de un cómico del Romanticismo: un escritor acaba de terminar una novelística y al punto que la entrega cae muerto de un ataque el corazón. Se dio en el siglo XXI en Estocolmo. El periodista Stieg Larsson le dio a su editor el tercer manual de una trilogía y a los pocos días fue a trabajar. Al subir la escalera sintió un cachas dolor en el pecho. Cayó fulminado por un infarto. Era el 9 de noviembre de 2004, tenía 50 primaveras y la homicidio le impidió ver el éxito de Millennium, una clan ambientada en el mundo del periodismo, que llegó al cine y forma parte de lo más popular de la letras de este siglo.
El periodista insomne
Karl Stig-Erland Larsson nació el 15 de agosto de 1954 en Skellefteå, un pueblo de 70 mil habitantes, emplazado al boreal de Suecia. Su padre trabajaba en una factoría de esmaltados. El crío se crió con sus abuelos y fue a la escuela en un paisaje en el que la cocaína era una presencia constante.
En 1972 terminó el secundario y fracasó en su intento de entrar a la universidad para estudiar periodismo. Era un ávido catedrático, sobre todo de ciencia-ficción (en el colegio editó una revista sobre el tema, inmediato con un compañero) y su condición de insomne le dio las horas para habituarse al experiencia de la escritura, sobre todo cuando le regalaron una máquina de escribir, al cumplir doce primaveras. Millennium sería, de hecho, una obra escrita de incertidumbre.
Para mediados de los 70, Larsson trabajaba como fotógrafo y adhirió a la izquierda. Editó un diario trotskista y se especializó en periodismo de internacionales. Su acción directa coincidió, en 1976, con el mejora al poder en Suecia de la derecha, que en las elecciones de ese año desbancó al primer ministro socialista Olof Palme. Fue la primera vez que los conservadores llegaron al gobierno desde 1932, y esa disyuntiva de 1976 sería el disparador para una de las tramas de Millennium. Por esa época agregó una e a su nombre, para evitar confusiones con Stig Larsson, un escritor amigo suyo.
En 1977 Larsson estuvo en Eritrea, donde entrenó a un camarilla de guerrilleros en el uso de morteros, actividad que dejó por un problema renal. De revés en Suecia, trabajó por los siguientes 22 primaveras, hasta 1999, como diseñador representación en TT News, la principal agencia de noticiero del país.
Experimentado en ultraderecha
A mediados de los 90 fue uno de los impulsores de la Fundación Expo, una ONG dedicada a estudiar un aberración que entonces era minoritario: la extrema derecha. De ese modo, Larsson incursionó en el periodismo free-lance. Lo cual derivó, en 1991, en la aparición de su primer manual, La extrema derecha, una radiografía de los grupos ultras que había en Suecia. El aberración del neonazismo entroncaba con la irrupción del nacional-socialismo ario en la Suecia de los primaveras 30, el telón de fondo de Los hombres que no amaban a las mujeres, la primera novelística de Millennium.
Conocedor del mundo de los grupos de extrema derecha, Larsson investigó por su cuenta el crimen de Olof Palme. El premier fue baleado a la salida de un cine de Estocolmo en 1986 y la policía no hallaba al dañino. Se condenó a un hombre y, en 2020, la investigación se cerró, dando por sentado que un publicista ya fallecido había sido el autor del asesinato. Larsson Reafirmó que el servicio secreto de la Sudáfrica del apartheid, con la ayuda de Estados Unidos, había llevado delante el crimen.
A partir de 1995 tuvo a su cargo la revista de la Fundación Expo y se convirtió en un habitué de los programas periodísticos para musitar sobre extrema derecha. La revista Expo afrontó numerosos problemas económicos y él se dedicó a informar libros en coautoría como Los Demócratas Suecos: el movimiento doméstico (2001) y dos trabajos que aparecieron en el año de su homicidio: El debate sobre los crímenes de honor: feminismo o racismo y Los Demócratas Suecos desde adentro.
La exposición lo puso en la mira de los ultras. Recibió amenazas y por eso decidió no casarse con su pareja, la arquitecta Eva Gabrielsson. Eso derivaría en un querella, a posteriori de su homicidio, por los derechos de autor de una trilogía que una decenio a posteriori de su publicación sumó 80 millones de ejemplares vendidos y que fue el primer título en arribar al millón de ventas en formato digital.
Salander y Blomkvist
En 2001, la escritura nocturna de Larsson derivó en la ficción. Imaginó cómo se desenvolvería en la sociedad presente un personaje idílico como Pippi Mediaslargas, que había creado la autora de niño Astrid Lindgren. Larsson le agregó unos primaveras más a la pupila que tenía en mentes. Le puso piercings, un descomunal tatuaje de un dragón en la espalda, la hizo andrógino y de profesión hacker. Así nació Lisbeth Salander, el fascinante personaje de Milllennium que ayuda al periodista Mikael Blomkvist (claramente un alter ego de Larsson, aunque remite a Kalle Blomkvist, otro personaje de Lindgren, y de hecho Lisbeth lo Apoda así en las novelas). La ficticia revista Millennium, dirigida por Blomkvist) está inspirada, en gran medida, en la revista Expo.
De a poco tomó forma Los hombres que no amaban a las mujeres, un manual que se anticipó al menos una decenio a los debates sobre violencia de clase y que se metió en la cuestión escabrosa del filonazismo sueco de los primaveras 30. Blomkvist, acosado por una querella de un gran patrón, acepta investigar qué pasó con la mancebo miembro de una clan de la entrada burguesía, desaparecida 35 primaveras antiguamente durante una fiesta. A cambio, le ofrecen información para dar revés el pleito. El caso es intrigante porque el tío de la desaparecida, el que contrata al periodista, recibe todos los primaveras de sistema anónima, una piropo enmarcada. Lisbeth, que investiga por su cuenta a Blomkvist, se suma a la investigación y comienza el vínculo entre los dos.
Al terminar la novelística, Larsson arrancó un segundo manual, La chica que soñaba con una cerilla y un lata de gasolina y lo dejó terminado en medio de un culminación extraordinario en la narración. La tensión acumulada allí se resuelve en La reina en el palacio de las corrientes de vendaval, la tercera novelística de la serie. En rigor, Los hombres que no amaban a las mujeres opera como un gran prólogo y los dos libros restantes forman una novelística en dos partes.
Según Eva Gabrielsson, las novelas fueron un transporte para que Larsson expusiera las cuestiones que lo agobiaban en la vida cotidiana como periodista: la violencia sexual, la ultraderecha, la corrupción empresarial, el manejo de los servicios de inteligencia y el mundillo del periodismo, magníficamente retratado, en sus grandezas y miserias, cuando en el segundo manual se narra el paso de Erika Berger, la socia de Blomkvist en Millennium, por un puesto jerárquico en un diario de Estocolmo.
Éxito post mortem
Tras la inesperada homicidio de Larsson, Los hombres que no amaban a las mujeres se publicó en Suecia en 2005. Un año a posteriori apareció el segundo tomo y en 2007 se completó la publicación. El éxito fue terminante y la traducción al inglés lo catapultó. Para 2009, era un aberración total. Yuxtapuesto con autores como Henning Mankell y Åsa Larsson (sin vínculo con Larsson ni con el amigo por el cual se cambió el nombre), la trilogía ayudó a poner a Suecia en el planisferio de la novelística negra, un clase nacido en Estados Unidos pero internacionalizado por autores como Manuel Vázquez Montalbán, Andrea Camilleri y Petros Márkaris.
El éxito trajo el patrimonio, que se multiplicó por la ajuste al cine de la trilogía en Suecia y, más tarde, por La chica del dragón tatuado, la traducción hollywoodense del primer manual, a cargo de David Fincher, en 2011. Rooney Mara fue nominada al Oscar por su rol como Lisbeth.
Pero la fortuna que generó Millennium incluso morapio acompañada de polémica. Como el escritor no se había casado, a su pareja no le correspondía ninguna lucro. A lo que se sumó que en 2008 apareció un testamento fechado en 1977, en el que Larsson manifestaba la intención de dejar sus fondos en manos del Partido Socialista. El testamento no había sido validado y su cónyuge no era considerada su heredera reglamentario, por lo que la herencia pasó al padre y el hermano de Larsson. Según Gabrielsson, Larsson no te tenía relación con ningún de los dos.
El esplendor Millennium incluso trajo una duda inquietante: ¿Larsson cerraba la historia con el tercer manual o había más en carpeta? De hecho, un aspecto de la vida ascendiente de Lisbeth que se menciona en relación a una persona que nunca aparece fue trillado como un gran promontorio suelto respecto de si Larsson iba a continuar la serie. Se sabe que Larsson dejó una cuarta novelística terminada en un 70 por ciento, un material en manos de Gabrielsson (que ha desmentido versiones de que ella escribió parte de los libros) que no puede publicarse porque ella no tiene los derechos legales.
El acuerdo del padre y el hermano de Larsson con una editorial hizo que la historia continuara en una segunda trilogía, encargada a David Lagercrantz, aclamado por su hazañas del futbolista Zlatan Ibrahimović. Completados esos volúmenes, se encargó otra trilogía a Karin Smirnoff.
La clan recibió la gracia de uno de los grandes nombres de la letras latinoamericana. “La novelística no está perfectamente escrita (o destino en la traducción el atropello de argot madrileña en boca de los personajes suecos suena poco falsa) y su estructura es con frecuencia defectuosa, pero no importa falta, porque el vigor persuasivo de su argumento es tan poderoso y sus personajes tan nítidos, inesperados y hechiceros que el catedrático pasa por stop las deficiencias técnicas, engolosinado, dichoso, asustado y excitado con los percances, las intrigas, las audacias, las maldades y grandezas que a cada paso dan cuenta de una vida intensa, chisporroteante de aventuras y sorpresas, en la que, pese a la presencia sobrecogedora y ubicua del mal, el perfectamente terminará siempre por triunfar”. Lo escribió Mario Vargas Llosa en 2009.
Romanticismo
La imagen parece de un cómico del Romanticismo: un escritor acaba de terminar una novelística y al punto que la entrega cae muerto de un ataque el corazón. Se dio en el siglo XXI y no se Opera sólo de Larsson. El periodista y docente Martín Malharro falleció en 2015 en Buenos Aires cuando había concluido Cartas marcadas, la cuarta novelística que integra La tonada del Anglosajón (por el bar emplazado frente al Parque Lezama) inmediato con Cárcel de niebla, Calibre 45 y Carne sequía. Si en Larsson está el estigma de la extrema derecha, en Malharro (otro estudioso de la extrema derecha, en su caso la de la Argentina de los 70) está la marca de la dictadura. En los dos, está el placer de adivinar historias perfectamente contadas.