«A Pillín lo emboscaron Los Monos, porque no los dejaba entrar en la tribuna de Central… Manejan la mostrador de Newell’s, ahora todavía se quedarán con la tribuna de Central…». Las «explicaciones» en torno al crimen del histórico y violento líder de la barrabrava de Central, Andrés Pillín Bracamonte, corrían anoche por Rosario, como su parentesco por el pavimento de Boulevard Avellaneda, y así como algunos apuntaban a Los Monos todavía eran muchos los que apuntaban a los narcos rivales: «Fueron los del Clan Alvarado, Pillín estaba con Los Monos, entonces ordenaron liquidarlo»….
Mientras se amontonan las versiones en cada corrillo de hinchas de la ciudad, se decía que «liberaron la zona» para el ataque, que no hubo policías a la presencia para frenar el ataque o el escape de los sicarios, incluso agregaban que «adaptado esas cuadras estaban casi a oscuras», lo único cierto es que Bracamonte y Atardo murieron en medio de la misma violencia que imponen muchas veces los «negocios» de las barrabravas. No se es patriarca de una mostrador sin ser duro. La única diferencia esta vez fue el punto: Claudicó…
Fue todo tan insignificante, tan de serie narco, de salvajismo y ajustes de cuenta explícitos como los que filma Netflix, que fueron los propios compañeros de Bracamonte los que lo llevaron agonizante próximo al ‘Rana’ Atardo a la Miembro del Hospital Centenario, donde se ve a su cuerpo en el pavimento en algunos fragmentos de videos en redes, tratan de levantarlo mientras discuten en medio de la desesperación, se supone que de amigos y algunos familiares, pero no hubo ambulancias, no hubo policías, y los sicarios escaparon sin que se sepa todavía mínimo de ellos.
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Hayan sido Alvarado o Los Monos, el doble crimen remite, en todos sus matices, a la conocida mecánica de sicarios narcos que se ha manido en decenas o centenares de crímenes en Rosario. Bracamonte y Atardo iban en una camioneta Chevrolet al salir de la cancha, poco ayer de Ibarlucea aparece la moto con los sicarios, no se sabe si fueron dos, disparan en segundos y escapan, la misma modalidad que los narcos rosarinos han usado en decenas de ocasiones, no solo en ‘ajustes de cuentas’, todavía asesinando al azar y hasta en miles de episodios de amenazas que se repetían incluso en frentes de colegios.
Eso se veía a diario, hasta que hace unos meses la violencia pareció descender con los operativos que publicitaron los gobiernos, doméstico y provincial, de la mano de las apariciones de la ministra Patricia Bullrich. Sin incautación, el crimen de Bracamonte muestra que las mafias mantienen cuando quieren en Rosario el teclado de la violencia, y queda ahora esperar para ver si la investigación del doble crimen que inició el Tarea Conocido Fiscal rosarino avanza en pistas que determine «qué narco mandó a matar a Bracamonte».
Fueron algunos compañeros y familiares los que llevaron a Bracamonte al Hospital Centenario, agonizante, tal vez ya muerto porque los médicos solo pudieron constatar su óbito, y decían que quisieron detener una ambulancia que pasó por la zona «y no quiso ayudar…». Resulta casi obvio que si efectivamente esa ambulancia existió, cuando el chofer o médico vieran el cuadro trataran de escapar, ponerse a indemne porque la desesperación de los allegados a Bracamonte podía serles fatídico. Incluso la policía debió sumar un activo distinto en el Hospital, cuando hubo que confirmarles a los allegados a Bracamonte su asesinato y la de Alardo.
San Lorenzo había hato en el Hércules, volvieron los sicarios en moto, Arroyito tuvo parentesco, y el doble crimen de Bracamonte y Atardo tal vez hasta tenga dinastía en cine. Lo cierto es que todo es versiones en Rosario, con la sombra narco. Como siempre.
HB